Navegando por el Canal de Midi (I)

 

Semana Santa. Vacaciones a la vista. Estas van a ser en barco y por el Canal du Midi en el sur de Francia. Quique y Susana, hijos de Pepe y Pili, tuvieron la buenísima ocurrencia de invitarles no solo a ellos, sino a Javier, Angelines, Miguel, y yo, (todos abuelos, pero muy marchosos) a navegar por este canal, que fue construido en el siglo XVII bajo el reinado de Luis XIV, por Pierre-Paul Riquet ingeniero francés, con objeto de trasladar mercancías desde el Atlántico al Mediterráneo y viceversa, salvando los desniveles del terreno con multitud de esclusas. Actualmente ya no tiene ese cometido, pero continúa la navegación fluvial para “amantes de la aventura” como nosotros. Hay algunos barcos anclados, que por su apariencia, parecen destinados a vivienda permanente. Prácticamente el canal ha sido nuestro durante los siete días. Eso sí, acompañados por un viento alegre y revoltoso que nos ponía los pelos de punta y empujaba al barco de costado, dando un considerable trabajo a Quique, nuestro capitán, que asistido en las tareas de navegación por Susana, la segunda de a bordo, han hecho de la travesía una aventura deliciosa.

Todo comenzó el día 27 en que, a las 9 de la mañana, Javier y Angelines nos recogieron y emprendimos el viaje por carretera hasta Gerona, ciudad en la que habíamos estado hace treinta años más o menos y que visitamos ahora para recordarla. Continuamos a Figueras, donde nos encontraremos con Pepe, Pili, Susana y Quique. Allí teníamos reservadas habitaciones en el hotel Sidorme, moderno y cómodo. La recepcionista, empleada única, nos dijo que ella misma nos podría preparar una cena, pero no paraban de entrar huéspedes a los que tenía que atender. Nos fuimos a cenar al italiano de la esquina y después a dormir, porque el viento desapacible no invitaba a pasear.

El 28 salimos todos para Narbona, donde embarcamos por la tarde cuando  llegaron todos los amigos de nuestros anfitriones, con los que se completó una flota de ocho barcos. Por la mañana todos nosotros aprovechamos para visitar la ciudad, hacer fotos y una compra importante para la despensa de nuestro barco. Como se había hecho tarde para navegar, nos quedamos a dormir en él, y aquí hago una mención especial a lo bien diseñados que están estos barcos para vivir en ellos ocho personas con suficiente comodidad. No tropezamos unos con otros en ningún momento, o casi.

El domingo a eso de las 12 zarpamos a bordo del Magnifique 461 de la compañía Le Boat, no sin recibir algunas instrucciones por parte de Quique: –Siempre que se camina por el lateral del barco hay que ir agarrados a la barra que lo rodea. Las escaleras se suben y bajan de espaldas, hay que ser cuidadoso con el gasto del agua-. ¡Entendido capi! Iremos recibiendo más  instrucciones que nos ayudarán a entender cómo hay que hacer las cosas en un barco, para que todo salga bien. Cuando preguntamos por algo que no sabemos dónde está, Quique siempre nos dirá que “busquemos en el cajón del pan”.

   Y así empezamos nuestra aventura por el Canal de La Robine que nos llevará al Canal du Midi. Hermoso y bucólico paisaje a derecha e izquierda nos acompañará en nuestro recorrido; canal-de-midigrandes plátanos centenarios en ambas orillas, que hunden sus raíces como garras en la tierra descarnada por el agua. Entre sus altas ramas desprovistas de hojas, nubes blancas que el viento trae y lleva a su antojo. Más lejos viñedos a un lado y a otro y cipreses altos y erguidos apuntando al espacio infinito. Silencio y paz nos rodean.

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