Las Islas Granadinas alquilando un barco.(II)

Por la mañana zarpamos hacia Bequia con un enorme sol y buen viento así que nuestra casa surcaba el mar a buena velocidad dibujando remolinos de espuma blanca sobre un mar azul añil. Sesteábamos en cubierta saboreando un refrescante zumo de papaya recién exprimido. Tras el fondeo un baño antes de la comida, esta vez unas enormes langostas recién pescadas que nuestro cocinero había comprado a un pescador local. Deliciosas. Desde la red contemplábamos la hermosa bahía , con las playas de arena blanquísima y las casas coloniales esparcidas entre la vegetación.

Ya de noche bajamos a tierra, mientras paseábamos contemplamos grupos de luciérnagas que formaban árboles de navidad voladores.Tras una breve  parada en uno de los bares que tienen música en directo llegamos a la fiesta de la luna llena. El escenario: la cima de una montaña, enormes altavoces con la música del gran Bob  y una gran plataforma donde los cuerpos bronceados de los turistas  y los de los locales se mezclaban al son del ritmo reggae. En lo alto de esta particular discoteca brillaba un inmenso cielo cuajado de estrellas.

De vuelta al barco una última copa en cubierta y el último baño – ésta vez de luna- mientras contemplamos la estela plateada que a modo de alfombra salía desde nuestro barco para perderse flotando en el mar.

Camino de Canouan pasamos por Moustique, isla donde algunos  como David Bowie o Mick Jagger  tienen su refugio caribeño.

En Canouan pudimos contemplar la isla desde lo alto de la montaña,  tras un agradable paseo . A lo lejos las olas se estrellaban tozudas contra el arrecife. Ya de bajada vimos un lujoso trasatlántico que descansaba mecido sobre las tranquilas aguas de la bahía , detrás de él una gran bola roja se hundía en el horizonte. Encontramos un árbol repleto de mangos y nadie pudo resistirse, estaban jugosos y dulces.

Por la mañana partimos hacia los Tobago Cays,  son pequeñas islas rodeadas por un impresionante arrecife de coral . Este pequeño lugar concentra toda la belleza de estas tierras, el agua de mil tonos verdes y azules, el arrecife rojizo, la arena ocre brillante de las playas, las palmeras mecidas por la brisa del mar, los pájaros surcando el cielo azul… la naturaleza se muestra inmensa en uno de los lugares más espectaculares del planeta. Pero es que debajo del barco fue aún mejor, hicimos snorckel en esta gran pecera, nadando entre corales lila, verdes, naranjas,.. que formaban un maravilloso jardín submarino salpicado con miles de peces de colores: cirujanos, loros, trompetas, mariposas, …

Tras el baño varios se dedicaron al windsurf y el resto organizamos carreras de Kayacks hasta la playa.

Por la tarde aún quedaban energías para el esquí acuático y por fín con el atardecer llegaba el gran momento del día, la charla en la red bebiendo un Mount Gay (el ron local) con lima y mucho hielo. La música sonaba, soplaba una tenue brisa, el cielo estallaba en colores.

Salimos hacia Mayreau, de camino atrapamos un enorme atún que el chef nos preparó con verduras salteadas y salsa de coco. La playa de Maireau es un enorme palmeral regado por aguas cristalinas con una playa que invita a pasear mientras recolectas conchas por la orilla.

Tras un divertido día de baños, sol y recorridos en dinghy a explorar los secretos del lugar una  suculenta cena, ensalada templada de setas  y pato con piña, de postre un delicioso helado con salsa de mango.

Nuestra maravillosa singladura por el caribe terminó en Unión, con una copa en el Anchorage Yacht Club y una última cena a bordo.

 Ahora desde mi casa,  cierro los ojos y contemplo el atardecer rojo desde la cubierta  del Tiare , mi otra casa.

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Carmen Hernandez Perez